sábado, 7 de enero de 2017

¿Tenemos un ritmo de sueño individualizado que afecta al deporte?

Mis breves vacaciones de Diciembre me han permitido reencontrarme con una realidad apasionante: mi cronotipo.
La historia de la humanidad está plagada de personas famosas que han dormido poco, unos por no tener más necesidad, otros por considerar el dormir como una pérdida de tiempo: Benjamin Franklin decía (o se le atribuye la frase) que "Dormir temprano y levantarse temprano hacen a un hombre sano, rico y sabio". En palabras de esta figura histórica, yo no podría ser ni siquiera sano.
Estos días, fuera de los horarios de trabajo encorsetados, me he reencontrado con mi cronotipo, un concepto que está relacionado con los ritmos circadianos (esos ritmos biológicos que se desarrollan a lo largo de 24 horas), que están regulados por la hormona melatonina, pero, a su vez, muy influenciados por la luz solar o la temperatura. En relación a uno de estos ritmos, el ritmo vigilia-sueño, se definen tres cronotipos que provocan que nos sintamos mejor mental y físicamente en las primeras horas del día, o a la inversa. Estos tipos son: cronotipo temprano, cronotipo intermedio (el más frecuente) y cronotipo tardío.
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La pregunta es simple: ¿es mejor un tipo que otro? Pues no, da igual a cual pertenezcas, lo importante es que respetes las horas de sueño necesarias (y esa es una de las dificultades de pertenecer a uno u otro perfil cronotípico).
Todos nos encontramos ante una necesidad, de entre unas seis y diez horas de sueño diarias para sentirnos bien. Siempre habrá personas que necesitarán más o menos horas, pero esa franja aglutina a la mayoría de la población. El problema es, si nuestro cronotipo nos permite tener esas horas de sueño, y hacerlas compatibles con nuestras necesidades cotidianas.
Afortunadamente nuestro cronotipo evoluciona a lo largo de la vida, tendiendo a madrugar más con los años, y acostarnos antes, mientras que en la juventud la tendencia es a la inversa; y también, afortunadamente, uno no es esclavo de su cronotipo sino que podemos “entrenarlo” adaptándolo a nuestras obligaciones, mediante el mantenimiento de unos horarios y durmiendo las horas necesarias para tener una buena salud de sueño. De todas formas los cronotipos más extremos (el temprano y el tardío) tienden a mantenerse más invariables que los intermedios.
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Lo que no cabe duda, es que cuando mejor nos adaptemos (laboral o deportivamente) a nuestro cronotipo, mejor será nuestro rendimiento físico y/o mental, y la principal forma de adaptarnos es regular nuestras horas de sueño. Algunos estudios han demostrado una mejora del rendimiento en aspectos tan objetivos como los lanzamientos de baloncesto, mientras que se ha defendido el papel del descanso en la prevención de las lesiones (a pesar de su difícil cuantificación). Lo que si conocemos es que la falta de crónica de sueño, conlleva, entre otros problemas de salud, un debilitamiento del sistema inmunológico y un consiguiente aumento del riesgo de contraer enfermedades.
Con todo lo anteriormente descrito, ¿cabe pensar que nuestra tipología puede condicionar nuestro trabajo o nuestro deporte?
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Ese aspecto es, quizá, uno de los más interesantes sobre los que se está investigando en los últimos años, ya que si se confirma esa influencia de nuestro cronotipo a la hora de seleccionar un deporte, se abrirían interesantes campos de investigación y de intervención.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Fiestas navideñas y exceso de comida ¿cómo vuelvo a la normalidad?

A cualquiera que se haya pasado en la comida estos días, si se le pregunta qué debe hacer para perder los kilos ganados, contestará, casi con toda seguridad, que comer menos y hacer ejercicio.
¿Está en lo cierto?
Puede que sí, pero a lo mejor la idea que tiene de comer menos es algo errónea.
La premisa de que una alimentación (no me gusta aplicar a esto el término dieta) cuidada, unida a la práctica de ejercicio físico nos ayuda a perder peso, puede ser cierta, pero si bien parece coherente que el resultado de una combinación de ambos, sea una pérdida de peso, debemos dar con la proporción adecuada, ya que una mala planificación, la aceptación de reglas obsoletas o la mala interpretación de nuestra fisiología, puede jugarnos una mala pasada.
Cualquier deportista ocasional, habrá leído o escuchado, pautas donde los hidratos de carbono deben suministrar un 55-60% de las calorías de nuestra dieta, y que un ejercicio físico moderado consumirá grasas.
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El problema es que muchos médicos también creen en lo mismo.
Primer error: desoír a nuestro cuerpo. Me explico, todo en nuestro organismo se basa en mecanismos de adaptación. En esos mecanismos intervienen, sobre todo, hormonas, pero también partes de nuestro sistema nervioso. Así, son conocidas por todo el mundo las llamadas “hormonas del estrés”, que regulan muchos procesos de nuestro organismos, y cuya producción se frena o aumenta, en función de determinados estímulos; o el papel del hipotálamo en los mecanismos de termorregulación.
Muchos de estos mecanismos de adaptación y de respuesta, no son más elementos de  nuestra evolución filogenética, orientados a un ahorro energético que permitiera la supervivencia. Por ello cuando una persona comienza a perder peso, consigue una pérdida rápida los primeros días, pero luego ésta se va enlenteciendo: comienzan a funcionar nuestros mecanismos de adaptación, y nuestro metabolismo basal (podríamos definirlo como el gasto energético que nuestro cuerpo hace simplemente por el hecho de estar vivo) disminuye para economizar energía.
Pero además cuando comemos poco, se pone en marcha otro mecanismo de defensa, que es la sensación de hambre, con lo que en nuestro intento de perder se van multiplicando las incomodidades: comemos menos, tenemos hambre…. Así ocurre que comemos menos, pero nuestro cuerpo se vuelve ahorrativo y consumimos menos energía: ya no encaja la ecuación de la partimos.
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En fin, un suplicio para conseguir perder un poco de peso, y volverlo a ganar cuando retomamos nuestro nivel de consumo energético, al cabo de un tiempo.
Sí, es difícil mantener el tipo en estos momentos. No estamos hablando sólo de fuerza de voluntad, no, necesitamos poner de nuestra parte a la fisiología, si queremos alcanzar nuestro objetivo.
Clásicamente, llegados a este punto, si no se puede consumir menos, tendremos que gastar más, nos decían (y nos siguen diciendo). Pero no nos obsesionemos con que esas personas pueden gastar mucho más, porque la única forma que a todo el mundo se le ocurre es el ejercicio físico. Y éste tiene sus limitaciones.
Más de uno de los que hayan leído hasta aquí, posiblemente estará pensando, que conocen muchas personas que han perdido peso a través del ejercicio físico. No se equivoquen, en parte es así y en parte no. Quién decide adoptar al ejercicio físico, como un elemento más dentro de su forma de vida (no como un medio), termina por modificar sus conductas hasta tal extremo, que ingiere menos calorías “extras”, toma menos azúcares, hace un ejercicio más intenso: es decir, cambia su sistema de vida a través del ejercicio, y ese cambio de pauta de vida es lo que le ayuda a perder peso.
Un ejemplo sobre la marcha: correr durante 15 minutos a 9,6 km/h consume 150 kcal, si corro a esa velocidad 45 minutos, consumo 450 kcal ¿Quién es capaz de hacer esto a diario? ¿De verdad esto, por sí mismo, puede tener una repercusión franca?
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Por eso les digo, que la solución final es poner a la fisiología de nuestra parte.
Analicemos uno de nuestros mecanismos de adaptación (si queremos utilizarlo en nuestro favor y no en nuestra contra). Entre otros, tenemos un sistema que nos permite almacenar calorías en forma de grasas (pensad en nuestros antepasados muy lejanos que vivían de la caza y podían pasar tiempo sin conseguir comer). Esa es la insulina. Sí esa hormona que todos conocemos, porque nos suena que está relacionada con la diabetes, que todos producimos de forma fisiológica en respuesta a determinados estímulos.
La insulina es una hormona cuya función es introducir la glucosa en las células, para almacenar su energía en forma de grasa. Por eso responde al estímulo de la glucosa, de manera que cuando tomamos alimentos que contienen azúcares que se absorben muy rápidamente hacia la sangre (pasta, zumos, refrescos, pan), nuestro cuerpo reacciona aumentado la cantidad de insulina ¿Lógico no?
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Por tanto, parece entendible que si tomamos un exceso de azúcares, una parte importante de los mismos, se almacenará en forma de grasa por efecto de la insulina ¿no?
Perdón, de antemano, por reducir a unas líneas algo tan complejo como es nuestro metabolismo de los hidratos de carbono, pero no disponemos de mucho espacio.
Un resumen rápido sobre la insulina:
-          Los hidratos de carbono estimulan su producción. Los de absorción rápida mucho más, y los de absorción más lenta (verduras, legumbres y algunas frutas enteras), menos.
-          Las grasas no estimulan, apenas, su producción.
-          Las proteínas aumenta la liberación de insulina, pero mucho menos, y más tardíamente que los hidratos de carbono.
-          Cuando la insulina está elevada, impide quemar grasas como fuente de energía.
Con lo anteriormente expuesto, la ecuación parece sencilla: menos insulina = menos acúmulo de grasas = más consumo de grasas ¿Otra vez sencillo no?
Pero hay una respuesta de nuestro organismo que es preciso conocer, porque tiene especial interés en este asunto, y es que cuando tomamos hidratos de carbono, provocamos picos de liberación de insulina (en reacción al aumento de la glucosa en sangre cuando se absorbe ésta de los alimentos), y esos picos de insulina pueden provocar una hipoglucemia, que a su vez provoca una respuesta en forma de hambre. Mal asunto, de nuevo nuestra fisiología poniéndonos trabas. Esto ya lo aprendieron los fabricantes de bebidas energéticas hace años, y han intentado evitarlo (sin conseguirlo), modificando la composición de hidratos de carbono de sus bebidas.
Por tanto, cuanto menos oscile la curva de glucosa en sangre (siempre hay glucosa en sangre ¿no lo ha visto usted en sus análisis?), menos estímulo a la insulina, más posibilidades de quemar grasas y menos de almacenarlas. A esto me refería a intentar poner a la fisiología de nuestra parte.
Por ello, si lo que nos interesa es menos insulina, deberemos intentar reducir el consumo de hidratos de carbono (sobre todo los de absorción rápida = refrescos, azúcares), y aumentar el consumo de grasas y proteínas. En teoría, así conseguiremos utilizar las grasas como combustible, qué mejor forma de reducir nuestra grasa corporal y por tanto el peso. Alguien podría acusarme de estar incitando al consumo de grasas (eso tan prohibido en nuestro tiempo). Pues sí, pero grasas de las que son saludables, de las que necesitamos consumir.
Hasta aquí hemos hablado sólo de perder peso. Dejaremos para otra ocasión, valorar el efecto tóxico que ejerce consumo excesivo de azúcar sobre nuestro organismo. Eso será otro asunto.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Lo confieso: yo leí a Ortega y Gasset

No recuerdo, con exactitud, la primera vez que leí a Ortega y Gasset, ni por qué motivo lo hice, pero sí que el primer libro que pasó por mis manos, yo era muy joven desde luego, fue La rebelión de las masas. Me provocó tal atracción su lectura que, durante los siguientes años, volví a leerlo varias veces. Después devoré más libros, como me pasa siempre que un autor me cautiva, entre los que destacaría España invertebrada, El tema de nuestro tiempo o Historia como sistema.
Habrán pasado veinte años, aproximadamente, desde la última lectura que hice de La rebelión de las masas, pero al verlo en la estantería hoy, me he detenido a reflexionar sobre la influencia que ha ejercido en mi vida, y me ha parecido que es un buen momento de releerlo: siglo XXI.
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Ortega es uno de esos autores muy mencionados, pero muy poco leídos, en nuestro país. Controvertido por algunos conceptos de su pensamiento, desde mi punto de vista más por la forma que por el fondo, su propuesta de que el hombre es él y su circunstancia, ha sido citada con mucha frecuencia, incluso por muchas personas que no le han leído, y por tanto con desconocimiento de su significado real. En su intento de superar la razón pura, se posiciona en una visión perspectivista, desde la que defiende que la concepción del mundo, depende del punto de vista y las circunstancias de los individuos, y, por tanto, existirán diversas formas de ver el mundo.
Eso en lo referente a su vertiente filosófica, porque si poco conocido es su pensamiento filosófico, mucho menos lo es su pensamiento político, que reflejó en algunos libros. Leer La redención de las provincias, escrito en 1931, puede resultar muy ilustrativo, incluso hoy en día.
José Ortega y Gasset nació en Madrid en 1883, en una familia burguesa y liberal, fue catedrático de metafísica, político, exiliado, pero si hay algo que, para mí, se debe destacar en su vida, es la fundación de la Revista de Occidente, quizá una de las publicaciones intelectuales más influyentes en el pensamiento europeo del siglo XX. Murió en Madrid en 1955.
Vivió en una España de una intensidad cultural, difícil de repetir: la Institución Libre de Enseñanza, la generación del 98, personajes como Miguel de Unamuno. Por otra parte, nuestro país asistió, en esas décadas, a la pérdida de los restos de su imperio colonial, mientras veía como la revolución industrial, empujaba el desarrollo de una Europa emergente. Es posible que ese entorno, y su paso por las universidades alemanas de Leipzig, Berlín y Marburgo, que siempre reconoció que marcó profundamente su pensamiento, modelara su convencimiento de la necesidad de una élite intelectual (nunca una clase social), que condujera la regeneración social y cultural, tomando como referencia Europa.
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Pero volviendo al libro (La rebelión de las masas), creo que su lectura, y reflexión, puede ser muy enriquecedora. Su título no deja entrever el contenido, ni de lejos, ya que se trata de un libro filosófico, en el que Ortega formula un planteamiento, que puede permitirnos  analizar la realidad histórica presente.
Una primera opinión: parte de la atracción que ejerce Ortega, la consigue a través de su estilo, más cercano a la prosa literaria que al discurso filosófico, quizá consecuencia de su actividad periodística.
Cuando él habla de la masa, está refiriéndose al hombre medio de nuestra sociedad (de la suya) heredero de derechos y atribuciones, que intenta imponer sus planteamientos, y le contrapone la minoría, entendiendo como tal a un reducido número de personas, que dirigen y orientan a la masa, desde el punto de vista intelectual.
Quizá uno de los motivos de las críticas, que desde algunos sectores, se le han realizado a Ortega, derivan de la falta de entendimiento de su pensamiento. Ortega no habla de clases sociales, sino de distintas clases de hombres, de manera que en una misma clase social podemos encontrar masa y minoría (según su definición).
Para él, esa rebelión de la masa (su prototipo de hombre masa es el burgués), conlleva la imposición de lo vulgar intelectualmente, por parte de quien se considera pleno de derechos, pero no de obligaciones, quien carece de ideales y valores. A ese hombre masa lo considera indolente, una persona que vive sin proyectos o ideas, que no conoce la historia, y que por tanto no puede aprender de ella. El problema surge cuando impone su criterio, de forma violenta, a quien no comulga con sus planteamientos. De esa manera pueden nacer los totalitarismos (de uno u otro extremo), como elementos de lucha contra la organización, que permitió el advenimiento del hombre masa: la democracia liberal. ¿Les suena este panorama?
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¿Pero Ortega desprecia al hombre masa? ¿Lo considera tonto? Nada más lejos de su propuesta. Él considera que esa masa, que siempre ha existido, pero que no había adquirido protagonismo histórico antes, es muy superior, hoy en día, a la de épocas anteriores. Lo que critica Ortega no es que ese hombre masa, siendo vulgar, se considere sobresaliente, sino que haga alarde de su vulgaridad e intente imponerla como un derecho.
De ese mismo sentido de vida, nace la exigencia permanente del hombre masa de que sea papá-Estado, quien intervenga para resolver cualquier problema o dificultad. ¿Les suena ese eco de las ideas roussonianas y de la Revolución francesa, en el que el Estado es pura y simplemente una institución al servicio del pueblo?
Ortega anticipó, en su pensamiento, el peligro de desaparición del Estado moderno, fruto de la dificultad de mantener el equilibrio, entre las políticas creadas para aliviar la pobreza, subsidios, pensiones y servicios sociales, y los ingresos necesarios para compensar el déficit  público excesivo, difícilmente viables en etapas de recesión. Adelantó, hace muchas décadas, la problemática que se generaría, cuando al hombre masa se le planteara que los derechos concedidos, deben modificarse.  
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Posiblemente, seguro, esté simplificando mucho el pensamiento de Ortega, pero creo que en lo básico, es así. No creo que fuera un visionario, pero es evidente que su análisis de la historia, una de las herramientas para el desarrollo de su pensamiento, le permitió una aproximación bastante atemporal a la sociedad. Lo cierto es, que estamos entrando en una nueva época, condicionada por la inversión de la pirámide de población, por una sociedad cada vez más urbana, en la que prepondera el ocio y el consumo; en la que la se han modificado el rol tradicional de la mujer, con una juventud influenciada por los medios de comunicación y donde al anonimato cada vez es más difícil.
Yo voy a volver a leer a Ortega.
Por si acaso.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Experiencia versus tecnología en el deportista lesionado


olvidada.
El desarrollo tecnológico ha supuesto, en la Medicina, un elemento de un doble perfil: por un lado ha permitido mejorar el diagnóstico y tratamiento, pero por otro, ha ido, en ocasiones, distanciándonos del contacto con el paciente.
Si esto sirve para la Medicina en general, adquiere más interés, si cabe, en la Medicina aplicada al deporte, quizá con mayor interés, debido a que la presión del entorno (club, prensa, representantes) condiciona la práctica médica. Sin duda.
Es raro que, ante una lesión deportiva, se tarde en realizar pruebas de diagnóstico complejas para alcanzar un diagnóstico, saltándose a veces escalones intermedios, y en muchas ocasiones dándole un escaso valor a la anamnesis (“Información aportada por el paciente y por otros testimonios para confeccionar su historial médico”), exploración y opinión del médico.
Quizás ese afán de objetivar, termina por despersonalizar la práctica médica.
Entonces ¿qué debemos hacer? ¿Lo aprendido en la práctica es menos válido que lo reflejado en las publicaciones científicas?
Desconozco si en otras profesiones se puede aplicar esta misma disyuntiva, pero este debate entre la experiencia profesional y la ciencia experimental, es el reflejo de dos formas de hacer Medicina (tres si contamos a quien fusiona ambos aspectos).
Una de las inquietudes que aparecen, cuando uno estudia Medicina, es la de adquirir conocimientos basados en la evidencia científica. Ello refuerza su espíritu de ciencia experimental y da seguridad.
Sin embargo, una de las conclusiones a la que se llega, cuando se llevan años de práctica profesional, es la necesidad de mantener siempre una cierta distancia respecto a la verdad absoluta (referida al saber médico), a la hora de tratar al paciente.
La revisión sistemática de las publicaciones científicas, mejora, sin duda, el buen hacer médico. Estar al día de los avances de conocimiento, supone un valor añadido a nuestro trabajo. Conocer las nuevas técnicas de tratamiento, nuevos fármacos o métodos diagnósticos, permite que el porcentaje de errores se minimice.
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Pero esta tendencia, cuando se establece como única forma de trabajo, también puede comportar un peligro: olvidar la experiencia profesional.
Sí, sí, me habéis entendido bien, la experiencia profesional. Esa parte de conocimiento que se adquiere a través de la práctica, del contacto diario con los pacientes, del seguimiento de la evolución, de la exploración, de la empatía con ellos. Empatía, qué palabra tan ligada a la práctica médica (“capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”) y a veces tan
Intentaré explicarme, sobre lo de otras profesiones, con algunos ejemplos del mundo del deporte.
El Kinesio Tape es un tipo de vendaje creado en los años 70 por Kenso Kase, que adquirió fama mundial a raíz de su utilización en los JJOO de 2008 por numerosos deportistas de élite. Hoy en día es una técnica más, que se incluye en el arsenal terapéutico de las lesiones deportivas. Si preguntamos a los fisioterapeutas que lo utilizan, nos hablarán de sus bondades, pero si leemos el meta-análisis (Williams, S., Whatman, C., Hume, P. A. & Sheerin, K. Kinesio Taping in Treatment and Prevention of Sports Injuries. Sport. Med. 42, 153–164. 2012) de un grupo de investigación australiano, sacaríamos la conclusión de que esta técnica carece de una evidencia científica sólida que lo respalde. ¿Dejaremos de usarlo?
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Si reflexionamos sobre el efecto de los estiramientos en la prevención de lesiones, se ha considerado, desde hace años, como uno de los pilares fundamentales sobre los que sustentar cualquier programa de ejercicio. Pero si, de repente, un preparador físico con poca experiencia, lee un determinado artículo (Lauersen, J.B., Bertelsen, D.M., Andersen, L.B. The effectiveness of exercise interventions to prevent sports injuries: a systematic review and meta-analysis of randomised controlled trials. Br. J. Sports Med. 48, 871–877. 2014), puede eliminar de su rutina de trabajo la realización de los mismos, al considerar que no son una estrategia adecuada para prevenir las lesiones. ¿Preguntará a otros preparadores físicos con más experiencia, sobre su opinión al respecto?
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Cualquiera de los profesionales implicados anteriormente, podrá, por otra parte, decidir implantar un programa de fortalecimiento excéntrico, tras leer otro artículo (Petersen, J., Thorborg, K., Nielsen, M. B., Budtz-Jorgensen, E. & Holmich, P. Preventive Effect of Eccentric Training on Acute Hamstring Injuries in Men’s Soccer: A Cluster-Randomized Controlled Trial. Am. J. Sports Med. 39, 2296–2303. 2011), con el objetivo de prevenir las lesiones de la musculatura isquiosural (uno de los grandes problemas de los deportistas por su elevada incidencia, y sobre todo recurrencia); o decidirán utilizar la electro-estimulación de baja frecuencia, en detrimento de otros métodos clásicos, para acelerar los procesos de recuperación de fatiga y daño muscular tras sesiones de entrenamiento intensas (Bieuzen F, Borne R, Toussaint J-F, Hausswirth C. Positive effect of specific low-frequency electrical stimulation during short-term recovery on subsequent high-intensity exercise. Appl Physiol Nutr Metab 2014).
Son ejemplos, exagerando un poco, de lo que puede ocurrir al aplicar los hallazgos de la literatura científica a nuestro trabajo, con poco espíritu crítico y escaso respeto a la experiencia.
En otras ocasiones, se recorre un camino dirigido, cuando buscamos, en los artículos de investigación, el refrendo de nuestra propia experiencia. Así quien considere, por su experiencia profesional, que el entrenamiento de fuerza reduce la tasa de lesiones, buscará, y encontrará artículos que lo confirmen (S. Zouita, B.-M. Amira Zouita, W. Kebsi, G. Dupont, A. Ben Abderrahman, F. Ben Salah, and H. Zouhl. Strength Training Reduce Injury Rate In Elite Young Soccer Players During One Season.  J. Strength Cond. Res., Feb. 2016).
Pero yo, reorientado el tema, defiendo de nuevo la experiencia, el conocimiento del paciente y la exploración manual, como los fundamentos de la práctica médica. Es cada vez más habitual, encontrarse con pacientes que han sido sometidos a varias resonancias con resultados normales (por qué repetir más de una vez algo que es normal), que siguen peregrinando por diversos profesionales (médicos, fisioterapeutas…) en busca de una solución a su problema, habiendo recibido, por si fuera poco, diversas opiniones contradictorias sobre el origen de su dolor, u otros síntomas.
Escuchar al paciente, suele ser un elemento suficientemente esclarecedor, en un elevado porcentaje de los casos. Una anamnesis detallada (y paciente) aclara la mayor parte de las dudas. Ese primer paso orientará la segunda parte del proceso diagnóstico que es la exploración. El contacto físico que se establece con el paciente a través de la exploración, tiene un efecto, nada desdeñable, sobre la relación de confianza que es necesaria.
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Finalmente, las pruebas diagnósticas. Sí, finalmente, o sea, al final. No es una licencia literaria, es como debería ser en la realidad (aunque no siempre lo sea). Como suelo decir a mis alumnos, si una prueba diagnóstica nos sorprende con su resultado, seguramente es que hemos hecho un mal trabajo previo.
Por último el tratamiento. Es cierto que en las últimas décadas ha nacido un problema creciente: Google. La multitud de páginas de contenido pseudocientífico, condiciona en muchos casos la relación médico-paciente (esto en el deportista lesionado es todavía mucho más frecuente). Cualquier página consultada, la inmensa mayoría sin ningún soporte científico, ni médico, adquiere un valor exagerado en el posicionamiento del lesionado. Difícil competir contra ello. Mejor unirse al enemigo que luchar contra él; hace tiempo que decidí utilizar Google a mi favor en lugar de pelearme contra su consulta por el paciente. No deja de ser un arma ilustrativa, que permite explicar gráficamente al lesionado su problema.
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Por último un compañero de viaje inagotable: el efecto placebo. Es algo incontestable que algunos pacientes mejoran con terapias no contrastadas científicamente. El porcentaje es tremendamente variable. Intentar convencer a un lesionado que una técnica determinada no ha podido mejorarle de su lesión, sino que el efecto se debe a la propia capacidad del organismo de curación, es una batalla perdida. El boca a boca es imparable, y así ozono, factores de crecimiento y terapia con células madre (o el tremendo absurdo de la placenta de yegua), se convierten en soluciones definitivas para cualquier tipo de problema. Este tema lo dejo para otra entrada más adelante. Es demasiado extenso.   
Resultado de imagen de efecto placebo
Un consejo final para el lector deportista: cuéntale a tu médico todo, deja que te explore y no pienses que una resonancia será la solución de tus problemas. 
 
 
 

martes, 6 de diciembre de 2016

Cirugía mínimamente invasiva y deporte

Desde que, en 1918, Tagaki utilizó un cistoscopio para examinar la articulación de una rodilla, la artroscopia, se ha convertido en una técnica quirúrgica de gran importancia para los traumatólogos deportivos.
 
La ventaja de acceder fácilmente, a zonas que antes obligaban a realizar grandes incisiones, con sus consiguientes complicaciones, ha permitido tratar patologías con muy poca agresión, reduciendo el tiempo de recuperación y dando lugar a tratamientos más funcionales.
Mientras la rodilla fue pionera en este campo, y el tratamiento de las lesiones ligamentarias y meniscales se ha desarrollado de forma importante, el desarrollo tecnológico ha permitido que el tratamiento de otras articulaciones haya ido ganado importancia.
Resultado de imagen de artroscopia de rodilla
Vamos a comentar algunas.
 
Hombro.
Una de las muchas causas de dolor en el hombro en deportistas, es la lesión SLAP. Se trata de una lesión del labrum o rodete glenoideo, una especie de adaptador entre los dos huesos, sobre el que se inserta el tendón del bíceps.
Imagen relacionada
Esta lesión es frecuente en deportes de lanzamiento o aquellos que exijan movimientos de saque, como el balonmano, tenis, voleibol o paddle, aunque también puede producirse por caídas con el brazo en extensión.
La lesión origina dolor y el deportista suele referir, además, sensación de chasquido articular con determinados movimientos.
La exploración orienta al diagnóstico, pudiéndose confirmar mediante pruebas como la resonancia magnética con contraste.
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La artroscopia permite hoy en día afrontar el tratamiento, que es exclusivamente quirúrgico, con mayores garantías.

Cadera.
¿Tienes dolor en la cadera cuando estás mucho rato sentado, conduciendo tu coche, caminando o subiendo cuestas? ¿Juegas al golf o al fútbol, corres, patinas, y sientes molestias o dolor en la cadera?
Es posible que padezcas un choque femoroacetabular.
Los pacientes con esta patología presentan dolor en los movimientos de flexión y rotación interna de la cadera, porque se produce una impactación entre el fémur y el acetábulo.

Piensa que estamos describiendo unos movimientos, que están relacionados con muchos deportes.
Es un dolor característico que, inicialmente, puede percibirse como una sensación de "sobrecarga", y que el paciente señala alrededor de la cadera, especialmente dirigido hacia la ingle. Desde la juventud, el paciente nota que le cuesta flexionar y girar la pierna hacia dentro.
Lo que sabemos hoy en día, es que debemos tratar a los pacientes con síntomas lo antes posible, pues no existe remisión espontánea, pudiendo evolucionar hacia una "artrosis" de cadera.
El tratamiento es quirúrgico, y aquí la artroscopia de cadera tiene un papel fundamental, alcanzando mejores resultados cuanto más precoz sea el tratamiento.
 
Tobillo
En el caso del tobillo, tanto lo microtraumatismos en flexión plantar como dorsal del tobillo, como los traumatismos directos reiterados (esguinces repetidos), pueden originar una hipertrofia de las partes blandas de la articulación y en segunda instancia un crecimiento óseo en el borde de la articulación.
Resultado de imagen de sindrome de impactacion anterolateral de tobillo
Esto puede provocar, en el deportista, dolor en el tobillo de larga evolución con limitación de la movilidad normal de la articulación y, en casos avanzados, incapacidad para practicar deporte.
Resulta de suma importancia la correcta evaluación clínica, e iniciar el tratamiento conservador, médico y fisioterápico, precozmente.
Si el deportista no mejora, la artroscopia es un método eficaz de tratamiento, ya que es mínimamente invasivo y presenta escasas complicaciones.
Resultado de imagen de artroscopia de tobillo
Son algunos ejemplos, sólo una muestra, de la gran utilidad de la cirugía artroscópica en las lesiones deportivas.
 

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