olvidada.
El desarrollo tecnológico ha
supuesto, en la Medicina, un elemento de un doble perfil: por un lado ha
permitido mejorar el diagnóstico y tratamiento, pero por otro, ha ido, en
ocasiones, distanciándonos del contacto con el paciente.
Si esto sirve para la Medicina en
general, adquiere más interés, si cabe, en la Medicina aplicada al deporte,
quizá con mayor interés, debido a que la presión del entorno (club, prensa,
representantes) condiciona la práctica médica. Sin duda.
Es raro que, ante una lesión
deportiva, se tarde en realizar pruebas de diagnóstico complejas para alcanzar
un diagnóstico, saltándose a veces escalones intermedios, y en muchas ocasiones
dándole un escaso valor a la anamnesis (“Información aportada por el paciente y
por otros testimonios para confeccionar su historial médico”), exploración y
opinión del médico.
Quizás ese afán de objetivar,
termina por despersonalizar la práctica médica.
Entonces ¿qué debemos hacer? ¿Lo
aprendido en la práctica es menos válido que lo reflejado en las publicaciones
científicas?
Desconozco si en otras
profesiones se puede aplicar esta misma disyuntiva, pero este debate entre la
experiencia profesional y la ciencia experimental, es el reflejo de dos formas
de hacer Medicina (tres si contamos a quien fusiona ambos aspectos).
Una de las inquietudes que aparecen, cuando uno estudia Medicina, es la de adquirir conocimientos basados en la evidencia científica. Ello refuerza su espíritu de ciencia experimental y da seguridad.
Sin embargo, una de las conclusiones a la que se llega, cuando se llevan años de práctica profesional, es la necesidad de mantener siempre una cierta distancia respecto a la verdad absoluta (referida al saber médico), a la hora de tratar al paciente.
La revisión sistemática de las publicaciones científicas, mejora, sin duda, el buen hacer médico. Estar al día de los avances de conocimiento, supone un valor añadido a nuestro trabajo. Conocer las nuevas técnicas de tratamiento, nuevos fármacos o métodos diagnósticos, permite que el porcentaje de errores se minimice.
Pero esta tendencia, cuando se establece como única forma de trabajo, también puede comportar un peligro: olvidar la experiencia profesional.
Sí, sí, me habéis entendido bien, la experiencia profesional. Esa parte de conocimiento que se adquiere a través de la práctica, del contacto diario con los pacientes, del seguimiento de la evolución, de la exploración, de la empatía con ellos. Empatía, qué palabra tan ligada a la práctica médica (“capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”) y a veces tan
Intentaré explicarme, sobre lo de
otras profesiones, con algunos ejemplos del mundo del deporte.
El Kinesio Tape es un tipo de
vendaje creado en los años 70 por Kenso Kase, que adquirió fama mundial a raíz
de su utilización en los JJOO de 2008 por numerosos deportistas de élite. Hoy en
día es una técnica más, que se incluye en el arsenal terapéutico de las lesiones
deportivas. Si preguntamos a los fisioterapeutas que lo utilizan, nos hablarán
de sus bondades, pero si leemos el meta-análisis (Williams, S., Whatman, C., Hume, P.
A. & Sheerin, K. Kinesio Taping in Treatment and Prevention of Sports
Injuries. Sport. Med. 42, 153–164. 2012) de un grupo de investigación
australiano, sacaríamos la conclusión de que esta técnica carece de una
evidencia científica sólida que lo respalde. ¿Dejaremos de usarlo?
Si reflexionamos sobre el efecto
de los estiramientos en la prevención de lesiones, se ha considerado, desde
hace años, como uno de los pilares fundamentales sobre los que sustentar
cualquier programa de ejercicio. Pero si, de repente, un preparador físico con
poca experiencia, lee un determinado artículo (Lauersen, J.B., Bertelsen, D.M.,
Andersen, L.B. The effectiveness of exercise interventions to prevent sports
injuries: a systematic review and meta-analysis of randomised controlled
trials. Br. J. Sports Med. 48, 871–877. 2014), puede eliminar de su
rutina de trabajo la realización de los mismos, al considerar que no son una
estrategia adecuada para prevenir las lesiones. ¿Preguntará a otros
preparadores físicos con más experiencia, sobre su opinión al respecto?
Cualquiera de los profesionales
implicados anteriormente, podrá, por otra parte, decidir implantar un programa
de fortalecimiento excéntrico, tras leer otro artículo (Petersen, J., Thorborg, K.,
Nielsen, M. B., Budtz-Jorgensen, E. & Holmich, P. Preventive Effect of
Eccentric Training on Acute Hamstring Injuries in Men’s Soccer: A
Cluster-Randomized Controlled Trial. Am. J. Sports Med. 39, 2296–2303. 2011),
con el objetivo de prevenir las lesiones de la musculatura isquiosural (uno de
los grandes problemas de los deportistas por su elevada incidencia, y sobre
todo recurrencia); o decidirán utilizar la electro-estimulación de baja
frecuencia, en detrimento de otros métodos clásicos, para acelerar los procesos
de recuperación de fatiga y daño muscular tras sesiones de entrenamiento intensas
(Bieuzen
F, Borne R, Toussaint J-F, Hausswirth C. Positive effect of specific
low-frequency electrical stimulation during short-term recovery on subsequent
high-intensity exercise. Appl Physiol Nutr Metab 2014).
Son ejemplos, exagerando un poco,
de lo que puede ocurrir al aplicar los hallazgos de la literatura científica a
nuestro trabajo, con poco espíritu crítico y escaso respeto a la experiencia.
En otras ocasiones, se recorre un
camino dirigido, cuando buscamos, en los artículos de investigación, el
refrendo de nuestra propia experiencia. Así quien considere, por su experiencia
profesional, que el entrenamiento de fuerza reduce la tasa de lesiones,
buscará, y encontrará artículos que lo confirmen (S. Zouita, B.-M. Amira Zouita, W.
Kebsi, G. Dupont, A. Ben Abderrahman, F. Ben Salah, and H. Zouhl. Strength Training Reduce Injury Rate In Elite Young
Soccer Players During One Season. J. Strength
Cond. Res., Feb. 2016).
Pero yo, reorientado el tema, defiendo
de nuevo la experiencia, el conocimiento
del paciente y la exploración manual, como los fundamentos de la práctica
médica. Es cada vez más habitual, encontrarse con pacientes que han sido
sometidos a varias resonancias con resultados normales (por qué repetir más de
una vez algo que es normal), que siguen peregrinando por diversos profesionales
(médicos, fisioterapeutas…) en busca de una solución a su problema, habiendo
recibido, por si fuera poco, diversas opiniones contradictorias sobre el origen
de su dolor, u otros síntomas.
Escuchar al paciente, suele ser
un elemento suficientemente esclarecedor, en un elevado porcentaje de los
casos. Una anamnesis detallada (y paciente) aclara la mayor parte de las dudas.
Ese primer paso orientará la segunda parte del proceso diagnóstico que es la exploración.
El contacto físico que se establece con el paciente a través de la exploración,
tiene un efecto, nada desdeñable, sobre la relación de confianza que es
necesaria.
Finalmente, las pruebas
diagnósticas. Sí, finalmente, o sea, al final. No es una licencia literaria, es
como debería ser en la realidad (aunque no siempre lo sea). Como suelo decir a
mis alumnos, si una prueba diagnóstica nos sorprende con su resultado,
seguramente es que hemos hecho un mal trabajo previo.
Por último el tratamiento. Es
cierto que en las últimas décadas ha nacido un problema creciente: Google. La
multitud de páginas de contenido pseudocientífico, condiciona en muchos casos
la relación médico-paciente (esto en el deportista lesionado es todavía mucho
más frecuente). Cualquier página consultada, la inmensa mayoría sin ningún
soporte científico, ni médico, adquiere un valor exagerado en el posicionamiento
del lesionado. Difícil competir contra ello. Mejor unirse al enemigo que luchar
contra él; hace tiempo que decidí utilizar Google a mi favor en lugar de
pelearme contra su consulta por el paciente. No deja de ser un arma
ilustrativa, que permite explicar gráficamente al lesionado su problema.
Por último un compañero de viaje
inagotable: el efecto placebo. Es algo incontestable que algunos pacientes
mejoran con terapias no contrastadas científicamente. El porcentaje es
tremendamente variable. Intentar convencer a un lesionado que una técnica determinada
no ha podido mejorarle de su lesión, sino que el efecto se debe a la propia capacidad
del organismo de curación, es una batalla perdida. El boca a boca es imparable,
y así ozono, factores de crecimiento y terapia con células madre (o el tremendo
absurdo de la placenta de yegua), se convierten en soluciones definitivas para
cualquier tipo de problema. Este tema lo dejo para otra entrada más adelante.
Es demasiado extenso.
Un consejo final para el lector
deportista: cuéntale a tu médico todo, deja que te explore y no pienses que una
resonancia será la solución de tus problemas.