Cuantos fármacos toman hoy los niños?
Qué comen?
Qué actividad física hacen?
Necesitamos el estrés?
Cúmulo de preguntas que vienen al final a hacerme
reflexionar sobre si hoy nuestros niños y adolescentes son más sanos que hacen
unos años, porque su cuerpo está más entrenado. Y cuando hablamos de cuerpo
entrenado no estoy hablando de ejercicio físico o deporte, estoy hablando de
entrenar nuestro sistema inmunitario.
Qué mejor forma de entrenar a nuestro sistema inmunitario
(que luego tiene que reaccionar ante situaciones de estrés), que entrenarlo
sometiéndolo a situaciones de estrés y sosteniéndolo con elementos que le
fortalezcan (como una buena nutrición).
El estrés es uno de los elementos más influyentes en nuestro
organismo, y ello lo hace a través de la liberación del ACTH (llamada la
hormona del estrés).
Uno de los efectos perniciosos para nuestro organismo es que
ante esas situaciones de estrés, la liberación de ACTH puede inducir una
inhibición de la respuesta de nuestro sistema inmunitario, y como consecuencia
directa una mayor posibilidad de contraer enfermedades infecciosas.
¿Y el ejercicio
físico no es estrés?
El ejercicio físico proporciona una multitud de efectos
beneficiosos sobre nuestro organismo sobre los que existe mucha información hoy
en día. Pero también el exceso de ejercicio físico puede provocar un estrés que
provocará efectos perjudiciales.
Ciertamente debemos pensar en el equilibrio.
Nuestro sistema inmunitario está preparado para detectar
cualquier patógeno que pueda provocar una enfermedad, y posteriormente
neutralizarlos.
Como cualquier sistema de nuestro organismo, ese sistema
inmunitario responderá al ejercicio físico de una manera o de otra, en función
de la intensidad del estímulo al que le sometamos.
Todas nuestras células, responden primero, y se adaptan
después a los estímulos, y el ejercicio físico es otro más. Y aquí entra en
juego otro concepto: para que los cambios se instauren las células necesitan
tiempo para su readaptación, y necesitan que el estímulo se repitan de una
forma controlada (y eso es el entrenamiento).
Un objetivo claro es el de conseguir un fortalecimiento de
nuestro sistema inmunológico y evitar su deterior.
Hoy en día es aceptado que muchas de las enfermedades
crónicas que padecemos (y cuyo riesgo de muerte prematura se ve reducido por la
actividad física programada) se asocian a una respuesta inflamatoria crónica como
consecuencia de una alteración de sistema inmune.
En este sentido parece que una actividad física regular y programada
puede mejorar el funcionamiento del sistema inmunitario y reducir la respuesta
inflamatoria de las enfermedades crónicas, ya que durante dicha actividad
induce la producción de citocinas antiinflamatoria (IL-6) y también de la IL-12
(a través de su estimulación por la hormona del crecimiento).
En general el ejercicio físico (no extenuante) produce un
aumento de los neutrófilos circulantes, una mejora funcional de las células NK,
influye en los niveles y función de los linfocitos.
Ejercicio extenuante
y el sistema inmune
El problema se plantea con el ejercicio muy intenso, mal
coordinado y sin supervisión especializada. En este casos el ejercicio
extenuante puede conducir a quién lo practica a un estado de estrés que afecte a
su salud.
En este caso se estimula el eje
hipotálamo-hipófisis-adrenal, con la consecuente producción de CRH, ACTH y
glucocorticoides, que tienen un efecto bloqueante del sistema inmune.
En resumen
La falta de ejercicio o sedentarismo tiene graves
consecuencia para la salid.
El ejercicio induce efectos
beneficiosos sobre el sistema inmunológico.
Cuando se practica sin control y de forma extenuante puede
asociarse a un aumento de enfermedades infecciosas.