domingo, 20 de noviembre de 2016

EJERCICIO FISICO Y SISTEMA INMUNITARIO

La relación sistema inmunitario y ejercicio físico, es uno de los aspectos más estudiados desde hace años, a raíz de los hallazgos que relacionan a ambos.
El ejercicio implica una serie de demandas para el organismo que dependen de la forma, intensidad y duración del mismo. Lo importante es que todo ello, tiene una profunda repercusión sobre la capacidad de respuesta inmune del deportista. La consecuencia es que la capacidad de respuesta inmune, repercute sobre la salud y, el estado de salud, sobre el rendimiento.
En este sentido, se conoce que el ejercicio físico moderado estimula y potencia el sistema inmune, reduciendo la inflamación crónica de bajo grado, pero también puede tener un efecto contrario cuando el ejercicio es de alta intensidad.
Algunos de los efectos del ejercicio físico sobre el sistema inmunitario son:
-          La aparición de una leucocitosis (aumento de los leucocitos) transitoria, más pronunciada en ejercicios máximos, y más acusada en sujetos sin entrenar que en sujetos entrenados. Puede mantenerse hasta 24 horas después del ejercicio.
-          También aumentan los linfocitos en el ejercicio de corta duración, pero disminuye su concentración en el ejercicio intenso.
-          La actividad fagocítica de macrófagos y neutrófilos aumenta inmediatamente tras la realización del ejercicio. Estas respuestas son menos marcadas en atletas de elite que en individuos no entrenados. Por el contrario, la actividad fagocítica de los monocitos sanguíneos desciende tras el ejercicio máximo de corta duración.
-          También mejora de la capacidad microbicida de los neutrófilos.
Algunos de estos cambios, están inducidos por las que llamamos las hormonas del estrés (catecolaminas, ACTH y cortisol), que participan en la regulación de los cambios en las cifras de leucocitos y linfocitos. Teniendo en cuenta que dichas hormonas aumentan durante el ejercicio físico, la relación es evidente.
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Debemos partir de que el ejercicio intenso, induce respuestas inflamatorias transitorias en los músculos ejercitados, que a su vez ejercen un papel esencial en la adaptación al ejercicio.
Pero si estas reacciones inflamatorias son demasiado intensas pueden condicionar un efecto contrario. Puede ocurrir que si la intensidad de la inflamación es muy elevada, puede generar una repercusión sistémica, que cuando es intensa y mantenida en el tiempo, altera la capacidad inmune, pudiendo conducir a situaciones de inmunosupresión (es decir un funcionamiento deficitario de nuestro sistema inmune).
La fiebre por las carreras de larga distancia, que está dominando nuestra sociedad, hace que la población se someta muchas veces a esfuerzos que pueden llevan a su organismo a un extremo que puede resultar peligroso.
De hecho sabemos, que 3 horas después de una maratón hay un aumento significativo de una serie de moléculas proinflamatorias. Este aumento es mayor en aquellas personas que alcanzan un mayor nivel de fatiga al final de la carrera. A las 48 horas algunas de ellas se han normalizado, pero no todas. Todo este proceso influye en la función inmune de estos corredores. Insisto, mayor efecto a mayor distancia recorrida, y en particular en los que tienen un menor nivel de entrenamiento.
 
Todos estos conocimientos sobre la relación entre el sistema inmunitario y el ejercicio físico, ha inducido al estudio de la posible repercusión del ejercicio físico sobre el desarrollo y evolución del cáncer. Múltiples estudios avalan una cierta tendencia a que las personas que realizan actividad física continuada, presenten menor incidencia de determinados tipos de cánceres.
Por ejemplo, un estudio realizado con ratones (publicado en Cell Metabolism en 2016), demostró que los que pasaron mucho tiempo corriendo en una rueda, presentaron una reducción del tamaño del tumor de hasta el 50% del mismo, en comparación con el resto de ratones menos activos. Los autores atribuyen este efecto a que el aumento de la adrenalina que se produce durante el entrenamiento de alta intensidad, ayuda a movilizar determinado tipo de células de nuestro sistema inmune, las llamadas NK (natural killer)  que destruyen células tumorales. Están células se movilizaban hacia tumores que se habían implantado en estos roedores en pulmones, hígado o piel.
Es conocido que la infiltración de estas células inmunes (NK) puede controlar el tamaño de los tumores, por ello su movilización hacia los mismos por el efecto de la adrenalina, adquiere especial interés como efecto derivado por el ejercicio físico.
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Pero este estudio aportó otro dato de interés, que es la participación de la IL-6 en este proceso. La IL-6 es una molécula  que se libera a partir de tejido muscular durante el ejercicio, y que parece ejercer un efecto de guía de las células NK hasta los tumores (actuando como si fueran un sistema de señalización).
Por otra parte deben comprobarse estos efectos en el ser humano, y quedará por definir la intensidad de ejercicio necesaria para alcanzarlo. De momento los datos disponibles, sugieren que es necesario un ejercicio de alta intensidad que genere una liberación importante de adrenalina, sugiriendo la realización de ejercicio intenso durante 10 minutos diarios.
Además de trasladar estos resultados a los seres humanos, quedaría por determinar los efectos que puede tener la combinación de tratamientos contra el cáncer y el ejercicio sobre los pacientes.
En este sentido no puedo dejar de mencionar el reciente trabajo de uno de nuestros mejores investigadores en ejercicio y salud, el Dr. Alejandro Lucía Mulas. Se trata de un estudio sobre los efectos del ejercicio físico en pacientes pediátricos con tumores sólidos, que ha obtenido el Premio Nacional de Investigación en Medicina del Deporte que convoca la Universidad de Oviedo. En el trabajo se han estudiado los efectos del ejercicio físico, realizado en régimen intrahospitalario, en niños con diferentes modalidades de cáncer que estaban siendo tratados con terapias muy agresivas y debilitantes. El estudio ha demostrado que este programa, de ejercicio intrahospitalario, incrementa la fuerza muscular sin afectar negativamente a la función del sistema inmunitario.
Aunque los estudios publicados en la literatura científica, todavía no permiten disponer de datos suficientes, hasta ahora sugieren los resultados un papel del ejercicio físico en la disminución del riesgo de padecer hasta 13 tipos de cáncer.
Pero el efecto del ejercicio físico sobre el sistema inmunitario, no se reduce sólo a estos aspectos. Otro estudio (publicado en PLoS Biology en 2015), demuestra el efecto del ejercicio aeróbico sobre algunos cambios cerebrales que se relacionan con el envejecimiento. Este estudio (realizado también en ratones) evidencia que en estos animales, cuando corren con regularidad, se produce a nivel cerebral, entre otros efectos, un aumento en la densidad y la activación funcional de las células inmunes conocidas como microglía. Estas células con células fagocitarias que limpian el cerebro de agentes infecciosos y células dañadas. ¿Qué consecuencias puede tener esto en el ser humano a la hora de influir sobre determinadas enfermedades neurodegenerativas?
En resumen, el ejercicio físico puede inducir efectos beneficiosos y perjudiciales, sobre la capacidad de respuesta de nuestro sistema inmunitario.
La actividad física ligera estimula ciertas funciones inmunes, que por el contrario, son inhibidas por la actividad física extenuante.
El ejercicio intenso y de larga duración, produce un cuadro de respuesta aguda, e incluso, una inmunosupresión que puede llegar a comprometer la salud del deportista y su rendimiento. En los casos más severos, los atletas sufren una susceptibilidad aumentada a las infecciones.
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Si a todo ello le aunamos otros factores asociados al ejercicio intenso (sobre todo mal controlado), como el estrés psíquico, la nutrición inadecuada o la pérdida de peso, se puede producir un efecto sinérgico sobre la inmunosupresión causada por el exceso de ejercicio.
Esto implica que, ante el elevado estrés fisiológico al que nos sometemos en estas situaciones, sea importante un entrenamiento previo prolongado, y un estricto respeto de los protocolos de recuperación tras la carrera, 48 horas después de haberla terminado.
Espero haberos dado más motivos más para practicar ejercicio moderado, con un buen entrenamiento y un buen control.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Rock sinfónico ¿fue o no fue?

Esto va dedicado a los puristas, como mi amigo Pepe B., que aman “la música”.
Yo no puedo negar que, por edad, pertenezco a una generación de privilegiados a los que el rock inundó de repente sus vidas como un tsunami.
Sí, sí, ya sé que el vocablo se acuñó en los años 50, cuando yo no había nacido, para hacer referencia a un género musical con un ritmo muy marcado, que en realidad era hijo de una fusión de estilos, de muchos estilos, de la música norteamericana, como el blues (para casi todos los expertos la base del rock en cuanto al ritmo), el rhythm and blues y el country, entre otros.
Pero seamos realistas, ese rock and roll inicial ha ido creciendo y teniendo descendientes aglutinados bajo el término rock, siendo muy diversos los mismos.
Desde luego que el término rock ha tenido mucha utilidad. Entre otras de sus funciones ha permitido que jazz rock, rock progresivo, punk rock, heavy metal, country rock o folk rock, hayan reunido a artistas tan diversos como Bob Dylan (para rato le doy yo el Nobel), Elvis Presley, The Beatles, The Doors, Pink Floyd, Queen o The Rollíng Stones.
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¿Por qué el rock ha tenido ese éxito? ¿Por qué el tiempo no ha podido con él tras más de 60 años?  Ese éxito intemporal durante el siglo XX ¿puede estar relacionado con que el hecho de que desde su inicio con un sentimiento de rebeldía e inconformismo?
Sería un cretino y un irrespetuoso si pretendiera resumir, y mucho menos explicar, lo que es el rock, su evolución y sus múltiples facetas. Hay centenares de expertos que saben mucho más que yo.
Pero como este es mi blog os contaré mis sensaciones.
Era demasiado niño en los inicios del rock progresivo y sinfónico, pero ya era un adolescente cuando llegaron a España (en aquella época todo llegaba con mucho retraso) temas de Neil Young o Led Zeppelin.
Era una época de guateques. Imagino la cara de los más jóvenes preguntándose qué es eso de los guateques. Sí hacíamos guateques. Y en ellos comencé a escuchar discos que mi amigo Willy traía con mucha anticipación del extranjero.
Y entre los recuerdos, esos que todos tenemos grabados porque en algún momento nos han marcado de una forma perenne, rememoro ahora el momento en el que escuché un disco que me impactó: era “In the Court of the Crimson King”, de King Crimson. Yo no tenía ni idea de que los expertos lo consideran el primer álbum de rock progresivo. Aún hoy sigo sin saber lo que es el rock progresivo.
Yo lo único que quería era oír música que me gustaba, y debo dar gracias al destino que me protegió en esa edad frágil de Leonard Cohen.
Vuelvo al principio porque si no me pierdo.
King Crimson.
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Yo no sabía quiénes eran, pero escucharlos me dejó extasiado.
Durante los siguientes años, décadas, conviví con multitud de términos descriptivos para diversas corrientes  como rock de fusión, rock progresivo, grunge, rock alternativo, hard rock, heavy metal, rock psicodélico, punk, indie rock….
¡Qué mareo!
Me empapé de música, en cierto modo ecléctica, que me atraía enormemente. Discos LP (que gracia recordarlo) de Queen, Pink Floyd, Rick Wakeman, Genesis o Yes. Aquello ¿qué era, rock progresivo, sinfónico u otro? Yo no lo sé. Me gustaba y ya está.
Así nació una relación íntima con Pink Floyd (maravilloso su “The Dark Side of the Moon”) o Yes (con su fantástico “Close to the Edge”), Génesis (“Supper's Ready”) o Mike Oldfield (“Tubular Bells”).
Igual que con Cohen, nunca pude con The Rolling Stones ni con Bruce. Sí ya sé que soy un poco raro.
Qué inmenso disfrute escuchar en aquellos equipos enormes las guitarras, baterías, bajos o teclados.
Y crecí y seguí embobado con la música de America, The Eagles, Toto, Dire Straits y Oasis.
Ya sé que me estoy fagocitando años, grupos, corrientes…..
Lo sé pero yo a lo mío.
Nunca conseguí entender nada. Nunca distinguí unos de otros.
Con los años lo único que he logrado entender es lo de Rock sinfónico. No sé si porque el sentido musical de la propia expresión me enlaza con la música que oigo y me gusta. Quizá sí.
Dicen los expertos que el rock sinfónico es un estilo musical surgido a partir de mediados de los sesenta y que pretende darle a la obra musical un concepto de una unidad coherente.  La verdad es que cuando hablan así me pasa como con la pintura abstracta. Será verdad, pero a mí me gusta o no me gusta.
Cuando yo hablo de rock sinfónico, lo hago de una serie de elementos que parece que sí definen a esa corriente (si es que alguna vez ha existido como tal). Cuando oigo una pieza con influencias de Jazz o de música clásica, en la que algún intérprete destaca por su virtuosismo y sobre todo me encuentro con piezas largas en las que existen variantes rítmicas, digo que oigo rock sinfónico. Y sigo sin saber muy bien lo que es, pero resulta que todas esas piezas me gustan. Sin más.
Seguro que alguien que sepa mucho  más que yo, en temas como la música es fácil, me dirá que eso es otro tipo de rock. Lo acepto. Pero a mí lo que me atrae es ese modelo y como me apetece le seguiré llamando rock sinfónico.
A ver si puedo disponer de un rato para escuchar de nuevo Stairway to Heaven de Led Zeppelin, o alguna de las pieza de “Journey to the Centre of The Earth” de Rick Wakeman.
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Me apetece un poco de nostalgia con este tiempo otoñal.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Herman Hesse el buscador sin pausa

Tengo que admitir que pocos autores (algunos otros hay lógicamente, además de éste) han despertado en mi tan amplia gama de sensaciones, y me han obligado a replantearme actitudes como Herman Hesse.
Si analizo los motivos, creo que el principal fue el haber comenzado a leer sus obras siendo muy joven (debía tener 16 años cuando leí por primera vez El lobo Estepario), dentro de una decisión que tomé de elegir premios Nobel para mis lecturas.
Así me lancé a escrutar la lista de dichos premios (no sabía entonces que Hesse nunca fue a recoger su Nobel), y, sin Google a mano no sé cómo lo conseguí, la casualidad dio con el nombre de Hesse. Elegir el Lobo Estepario, como primera lectura, seguramente estuvo condicionado, ya ni lo recuerdo, por el título que evocaba naturaleza a raudales. ¿Qué hubiera pasado si alguien me hubiera relatado el argumento del libro antes de decidirme?. ¿Lo hubiera leído en ese caso?. Creo que no.
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Pero la determinación (más bien tozudez) de los 16 años, me abdujo, y tras unas primeras páginas que no concordaban con lo que yo suponía, decidí seguir leyendo.
¿Qué es lo que me indujo a perseverar en la lectura tras los primeros párrafos? Creo que lo supe al cabo de muchos años: la inmensa empatía que experimenté con el autor desde esas páginas iniciales. Estoy hablando de esa sensación que te enlaza de forma indestructible con determinados autores (tanto literarios, como músicos), y que te arrastra a consumir sus obras de forma adictiva.
No sé si a todos os pasa, pero tras un libro que te apasiona sientes la necesidad de más. Comencé una febril búsqueda por las librerías, ni Amazon, ni la Casa del Libro podían ayudarme en aquella época. Adquirí y leí placenteramente, y en ocasiones releí, Demian, El juego de abalorios, Siddhartha, Bajo las ruedas, El caminante y En el balneario.
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La cuestión es que sin saber cómo, con esa edad, Hesse me transmitió algo que creo que fue su esencia vital (posiblemente la mía también), su búsqueda permanente. Por eso le he bautizado con el buscador sin pausa.
En mi opinión, emitida como auténtico fan de Hesse, su obra transmite la actitud de búsqueda durante toda su vida. Posiblemente la obra de Hesse es un reflejo de su evolución vital que le llevó a residir en varios lugares, con diversas vicisitudes que tuvo que superar y que, probamente, condicionó que los temas fundamentales de su obra fueran la superación de las crisis personales, con temas paralelos como la religión y la política.
Pero entre los aspectos que más me enlazaron a Hesse, hasta el día de hoy, fue esa distancia de pensamiento de los extremos que le terminó convirtiendo en poco apreciado por los seguidores de ambos. De que manera me he vinculado siempre, intelectualmente, con esos autores denostados por los radicales de ambos lados.
Como no iba yo a empatizar a esa edad con un autor así, alguien que escribía anteponiendo lo individual sobre lo colectivo, arrastrado por una búsqueda del  camino a través de la vía interior (la unidad básica del pensamiento de Hesse).
Pero con el tiempo y con la relectura de sus obras, yo descubrí a un Hesse que trascendía esa faceta y dejaba entrever una crítica social y política intensa.
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Hombre de espíritu libre, algunos de sus textos fueron referentes en el movimiento hippy de los años sesenta, nos dejó frases que hoy estarían muy de moda, como aquella que en referencia a la política rezaba “La política exige un partido, la humanidad prohíbe el partido" . Lo que ocurre con autores como Hesse (esto me ha costado muchos libros aprenderlo) es que es difícil salir de la interpretación que hacen de sí mismos, y que por tanto intentan transmitirte. Por eso creer que Hesse era apolítico, es una consecuencia de la lectura de sus libros, pero es un inmenso error. Una cosa es no amar la política (y a Hesse no le gustaba)  y otra no posicionarse o no ocuparse tanto de los temas sociales como de los políticos con los que convivimos. Y de los libros de Hesse emana política y actitud social.
No sé si tuve conciencia de todo esto,  o no, cuando comencé mi andadura con Hesse por El lobo estepario, pero imagino que no supe extraer de él su esencia la primera vez que lo leí. A pesar de todo me impactó. No sé si en ello influiría que era una obra de madurez (publicada a sus 50 años), con un bagaje de pensamiento fruto de larga meditación.
Ese título, que alude a un animal solitario pero que necesita a la manada, y ese argumento que presenta a un protagonista intelectual pero con un componente melancólico, me resultó atractivo. Seguro que en mi final de adolescencia, ese lobo estepario indiferente a la burguesía atrajo sobre mí más atención. Ese cierto desencanto por la pugna entre el lobo solitario (feroz, furtivo) y el lobo de manada (social, interdependiente) que iba emanando de las líneas, revolvió mi personalidad en desarrollo.
He leído muchos comentarios más tarde sobre la obra de Hesse . No soy un filólogo pero lo que sé es que Hesse  conmueve, desmitifica y anima a reflexionar sobre la búsqueda del auténtico sentido de la vida.
Para mí suficiente.
Hoy, mientras escribo estas palabras, me planteo volver a él y hacerlo con una visión más madura, la que entiende la obra no como una novela, sino casi como un ensayo que explora la naturaleza humana.
Todos tenemos una parte de lobo y de hombre, pero los textos de Hesse no dejan de tener un matiz romántico, en ocasiones creativo y poético (es lo que se consideraba Hesse, un poeta) y en otras ocasiones destructivo con ese impulso del suicidio tan propio del romanticismo.

Decidido.

Voy a volver a Hesse.

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