Mis breves vacaciones de
Diciembre me han permitido reencontrarme con una realidad apasionante: mi
cronotipo.
La historia de la humanidad está
plagada de personas famosas que han dormido poco, unos por no tener más
necesidad, otros por considerar el dormir como una pérdida de tiempo: Benjamin
Franklin decía (o se le atribuye la frase) que "Dormir temprano y
levantarse temprano hacen a un hombre sano, rico y sabio". En palabras de
esta figura histórica, yo no podría ser ni siquiera sano.
Estos días, fuera de los horarios
de trabajo encorsetados, me he reencontrado con mi cronotipo, un concepto que
está relacionado con los ritmos circadianos (esos ritmos biológicos que se
desarrollan a lo largo de 24 horas), que están regulados por la hormona
melatonina, pero, a su vez, muy influenciados por la luz solar o la
temperatura. En relación a uno de estos ritmos, el ritmo vigilia-sueño, se
definen tres cronotipos que provocan que nos sintamos mejor mental y
físicamente en las primeras horas del día, o a la inversa. Estos tipos son: cronotipo
temprano, cronotipo intermedio (el más frecuente) y cronotipo tardío.
La pregunta es simple: ¿es mejor
un tipo que otro? Pues no, da igual a cual pertenezcas, lo importante es que
respetes las horas de sueño necesarias (y esa es una de las dificultades de pertenecer
a uno u otro perfil cronotípico).
Todos nos encontramos ante una necesidad,
de entre unas seis y diez horas de sueño diarias para sentirnos bien. Siempre
habrá personas que necesitarán más o menos horas, pero esa franja aglutina a la
mayoría de la población. El problema es, si nuestro cronotipo nos permite tener
esas horas de sueño, y hacerlas compatibles con nuestras necesidades cotidianas.
Afortunadamente nuestro cronotipo
evoluciona a lo largo de la vida, tendiendo a madrugar más con los años, y
acostarnos antes, mientras que en la juventud la tendencia es a la inversa; y también,
afortunadamente, uno no es esclavo de su cronotipo sino que podemos “entrenarlo”
adaptándolo a nuestras obligaciones, mediante el mantenimiento de unos horarios
y durmiendo las horas necesarias para tener una buena salud de sueño. De todas
formas los cronotipos más extremos (el temprano y el tardío) tienden a
mantenerse más invariables que los intermedios.
Lo que no cabe duda, es que
cuando mejor nos adaptemos (laboral o deportivamente) a nuestro cronotipo,
mejor será nuestro rendimiento físico y/o mental, y la principal forma de
adaptarnos es regular nuestras horas de sueño. Algunos estudios han demostrado
una mejora del rendimiento en aspectos tan objetivos como los lanzamientos de
baloncesto, mientras que se ha defendido el papel del descanso en la prevención
de las lesiones (a pesar de su difícil cuantificación). Lo que si conocemos es
que la falta de crónica de sueño, conlleva, entre otros problemas de salud, un debilitamiento
del sistema inmunológico y un consiguiente aumento del riesgo de contraer
enfermedades.
Con todo lo anteriormente
descrito, ¿cabe pensar que nuestra tipología puede condicionar nuestro trabajo
o nuestro deporte?
Ese aspecto es, quizá, uno de los
más interesantes sobre los que se está investigando en los últimos años, ya que
si se confirma esa influencia de nuestro cronotipo a la hora de seleccionar un
deporte, se abrirían interesantes campos de investigación y de intervención.